viernes, 15 de junio de 2012

Una escapada en Gran Canaria: el Roque Nublo y los Tilos de Moya

Ante la insistencia en alguna que otra ocasión de mi amigo George de si habíamos ya colgado las fotos de nuestra escapada en Gran Canaria, aquí me decidó a hacerlo, especialmente para que nuestro otro amigo y compañero de aventuras Johan pueda disfrutar de tales paisajes.

Un día que la familia nos dió carta blanca, aprovechamos nuestra tranquila estancia en Gran Canaria en el maravilloso hotel Cordial Mogan Playa para hacer una incursión al interior de la isla.
No podíamos perdernos el famoso Roque Nublo y así tempranito, como le gusta a George, salimos de camino hacia allá. La carretera empezó a ascender curva tras curva por una carretera sinuosa y estrecha, la cual ya habíamos sufrido otro día con la familia, hasta llegar a un mirador excepcional desde donde veíamos todo lo dejado atrás, el pueblo de Mogán y todos esos colores característicos de esta isla de origen volcánico.


Tras poco más de una hora llegamos al comienzo de la corta ruta desde donde ya se podía ver perfectamente al Roque Nublo, el más grande al fondo a la derecha. Gracias a que era temprano no había nadie, sólo el que monta el chiringuito de helados, que estaba desplegando su negocio, y es que éste es uno de los monumentos naturales más visitados y turísticos de la isla.


El Roque Nublo mide unos 80 metros de altura y está a 1.813 metros sobre el nivel del mar. Tras la foto inicial de rigor en la que hay que hacer verdaderos esfuerzos para que George no te corone con una buena cornamenta, empezamos a andar.


El paseo comienza por un camino real y poco a poco va ganando altura, aunque el desnivel no es gran cosa teniendo en cuenta que se parte cerca de los 1.500 metros.


A pesar de la altura no hacía nada de frío y sólo una leve brisa de vez en cuando nos acompañaba. Conforme íbamos ganando altura las vistas se hacían cada vez más espectaculares en cualquier dirección que miraras.




Por ejemplo el Pico de las Nieves a nuestra espalda.



Así, poco a poco, continuamos nuestra ascensión y el Roque se iba haciendo cada vez más y más grande y nos íbamos recreando con una foto y otra más. El sendero era realmente cómodo y bonito.



Aunque la verdadera sorpresa, más que el Roque en sí fue la vista que nos encontramos desde su base: la isla de Tenerife con su imponente Teide nos dejó boquiabiertos y, no menos, los precipicios que teníamos bajo nuestros pies.  





Tras saludar a un excursionista que había hecho noche allí al abrigo del Roque (menudo mirador de estrellas), desandamos nuestros pasos y comenzamos el regreso durante el cual ya sí nos encontramos un camino más animado con personas de todas las nacionalidades, edades y pintas.

Proseguimos nuestra ruta en coche en dirección a la Cruz de Tejeda, haciendo antes una parada en el también imponente Mirador de Degollada de Becerra, desde donde se podía ver el propio Roque, la isla de Tenerife y toda la zona suroeste de Gran Canaria.



Así llegamos a la Cruz de Tejeda, cruce vital de caminos,  a pesar de lo cual nos lo pasamos, más por estar pendiente del gps del maps.google que de las indicaciones tradicionales de toda la vida de Dios. Esta tecnología... Volvimos sobre nuestros pasos, o mejor dicho, sobre nuestras ruedas e hicimos una breve parada en la Cruz, donde está el Parador del mismo nombre con una arquitectura propia de estas tierras, además de un mercadillo de productos tradicionales.


Y a partir de aquí tomamos dirección norte a nuestro siguiente punto de partida: la Reserva Natural de los Tilos de Moya.
Tras una breve parada en la caldera, creo recordar, Pinos de Gáldar, continuamos la carretera y



la vegetación de la isla se tornó verde y frondosa cruzando el umbral de lo volcánico y árido del sur de la isla hacia la parte más húmeda de dicha isla. Y es que como bien dicen ésta es un mini continente.
Contemplamos una bonita panorámica de Las Palmas, bajo las nubes, y continuamos la búsqueda de nuestro siguiente enclave.


Y es que, de nuevo, nuestro gps nos llevó a una carretera infernal, estrecha y con una pendiente muy pronunciada. El conductor, en este caso, George, maldecía el momento que se nos había ocurrido meternos por semejante carrilillo y rezábamos para que otro coche no se cruzara con nosotros. Como narices íbamos a caber, marcha atrás y en pendiente.



Tras unas cuantas curvas interminables y la pericia del conductor, que tenía ganas de salir de aquel infierno, llegamos, tras cruzarnos con otro coche en una zona de cierta anchura ¡ vaya suerte ! al inicio de la segunda ruta: el Camino de La Laurisilva. Nos dimos cuenta que el gps en vez de llevarnos por la mejor carretera, a escasos metros de la ruta, nos había guíado por el camino más corto.





La laurisilva, selva de laurel, es un tipo de bosque subtropical característico de las Islas Canarias, reliquia de un pasado en que este tipo de vegetación era común en toda Europa. Parece mentira que semejante frondosidad estuviera ahí esperándonos después de tanta aridez.
Así comenzamos el paseo, que es bastante corto y solitario. Disfrutamos comiendo inmersos en él en una zona de sombras y volvimos al coche, esta vez cambiando de chófer, que ya George había sufrido bastante con la anterior odisea.
Así concluimos nuestro particular día de contrastes en esta isla Gran Canaria.